Leí Memorias de Idhún hace ya más de seis años. Aquellos eran días en los que me ponía un embudo en la boca y era capaz de tragarme toda la fantasía épica que se me echase encima (demasiados años perdidos así). Por ello, cuando vi tres tomos gruesos y reveladores insinuándose en una balda alabeada de la estantería de lecturas posibles (para el último curso de E. S. O.), no dudé en aceptar la propuesta.
¡Cómo iba yo a saber el calvario que supondría!
¡Cómo iba yo a saber el calvario que supondría!