Reseña: “The Noticer”

   “The Noticer” llegó ayer a mis manos como recomendación de la siempre agradable bibliotecaria de mi pueblo, a la cual guardo una gran estima, en calidad de libro atípico que leer entre clásico y clásico.

   Por desgracia, para esta mañana ya lo tenía terminado. Eso es evidencia de poco paladeo, y el poco paladeo, sugerencia de que el libro y yo no hemos terminado de congeniar.

   En efecto, así ha sido.

   Andy Andrews detalla de forma aceptablemente fiel su supuesta transición desde la más inmunda soledad, en su vida de vagabundo tras la muerte de sus padres, a la consistencia de una vida familiar y fructífera (en la realidad, aplicable a la venta de superventas como este). Para ello, usa como eje la figura de un anciano presuntamente inmortal que ayuda a los pueblerinos a “tomar una nueva perspectiva”, lanzando además andanadas de reflexiones al lector (a quien, supongo, pretende de verdad ayudar).

   A simple vista la temática no tendría por qué lastrar al libro. El problema está en las letras...
Rondaba la página cincuenta cuando me di cuenta de que aquello olía intensamente a bestseller, y la decepción fue un aguacero. El libro entero avanza con palabras y frases sin ningún embellecimiento, textos planos, sencillos, que no criben al potencial lector. Una auténtica pena.
   Sí he de decir, por el contrario, que la primera página de un capítulo intermedio da luz a los cirios que se habían mantenido apagados desde el principio, pero el pasar de página vuelve a apagar las velas y el rastro de bestseller domina otra vez. Y de ahí, hasta el final.
   No dudo que “The Noticer” sirva como pseudolibro de autoayuda a muchísima gente de baja autoestima o actitud cegada. No obstante, estos no son los beneficios que yo busco de una obra de literatura.

RGV.