sábado, 29 de junio de 2013

Reseña: “El señor de los anillos”

Ejemplares de la trilogía

  La memoria, la honra y los acólitos de Tolkien me perdonen. Y es que esta reseña lleva en el limbo ya muchas semanas, porque publicarla significa traicionar al yo de hace diez años. Pero ya no puedo seguir reteniéndola.

  Como se comenta de “El hobbit”, podríamos decir que ópera prima ambientada en la Tierra Media, Tolkien tomó la pluma para escribirle un cuento a sus hijos, y no para publicar. Fue ya llegado a esta obra cuando de verdad enfocó su escritura hacia la publicación. Así, como en “El Silmarillion” (colección de relatos que sirven de guía de su legendarium), la prosa tranquila, sosegada, simple y encantadora de otros libros suyos desaparece en “El señor de los anillos”. Se da forma a una trilogía densa y de tono inexpugnablemente épico. Pero es una prosa que a muchos defrauda. Las veces que se ha propuesto concederle un nobel, han sido muchos quienes se han  “levantado en armas” en contra de ello. Cuando leí “El señor de los anillos”, con diez años, no fui capaz de entenderlo. Tampoco dos años después, ni cuatro, incluso ni seis. Pero ahora lo entiendo: Tolkien no era un escritor; mucho menos un maestro.
  Conocedor inconmensurable de lenguas y mitologías, formó la Tierra Media uniendo en entresijos mitos celtas, escoceses, escandinavos (sobre todo), y aún más nórdicos. Y de ahí surgió un legendarium sin parangón, de eso no cabe duda. No obstante, la ponzoña de su épica fantástica es muy fácil de distinguir: basta con acudir al género monótono y falto de virtud que ha derivado de su éxito.
   
   Así, a fin de cuentas, podría decirse que Tolkien escribió en esta trilogía letras de mucho valor inherente en todo lo que no son las letras en sí mismas. Pero ronda a su alrededor una pátina que le protege en muchos casos de las fauces de la crítica: como todos los pioneros, tiene merecida cierta transigencia. 

   Nota: el tono de la reseña es crítico (bajo pesadumbre). Sin embargo, es importante mencionar que dista mucho la calidad de la obra de Tolkien y, sobre todo, su enfoque, de la esencia que irradian las adaptaciones de Peter Jackson. Si “El señor de los anillos” fuese realmente así, no quiero ni imaginarme la pésima calidad de los cientos de obras que el género ha acunado desde entonces hasta hoy día.






 RGV.

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