viernes, 13 de diciembre de 2013

Jaime Gil de Biedma, “Happy ending”

Aunque la noche, conmigo, 
        no la duermas ya,
sólo el azar nos dirá 
        si es definitivo.

Que aunque el gusto nunca más
        vuelve a ser el mismo,
en la vida los olvidos
        no suelen durar.

Bosquejo de Gil de Biedma

domingo, 8 de septiembre de 2013

El ejército “tolkiano” arremete de nuevo

Autoría

   Desde que C. S. Lewis propusiera la candidatura de Tolkien para premio Nobel de literatura a principios de la década de los 60', la detonación del género que ambos acogían (principalmente el segundo, que, sin quererlo ni saberlo, cimentó las bases de la literatura fantástica tal como se conoce hoy el término) fue tal que de Pascuas a Ramos se pronuncia el grupo de acólitos de turno defendiendo dicho premio.
   Y es que Tolkien salió malparado de aquella odisea: lejos de considerar al escritor del legendarium ubicado en la Tierra Media y representado hoy día por la universal novela El señor de los anillos, aquel estamento sueco encargado de fallar el Nobel de literatura de 1961 decidió apartar como se aparta a una mosca a tres de los candidatos, entre ellos el propio Tolkien, obviamente.
   “Comportamiento maníaco por lo erótico”, “avanzada edad”,... los motivos que sacaron a la cuneta a los otros escritores fueron variopintos y diferentemente apropiados, pero el que aquel jurado usó para negar el premio a Tolkien sonó rotundo: “prosa de segunda categoría”.
   Aquello dolió.

   Desde entonces y aún hoy, y más aún con la facilidad que da Internet a las actitudes sectarias en foros, los edecanes que promulgan la condición de deidad de Tolkien, cuya escritura debe venerarse por encima de cualquier otra obra (así de letras habrán leído...), reinciden sobre la injusticia que se dio en aquel fallo. Por lo que pulula últimamente en Internet acerca de esta armada, parece que uno de los pocos argumentos que son capaces de enarbolar es el éxito del género y del paradigma que Tolkien comenzó. ¿Qué motivo es ese para ganar un Nobel, si es el supuesto premio que acoge las letras puras de mayor literariedad?

   Supongo que la culpa de todo esto está en el propio género podrido que ha quedado y que dudo mucho que Tolkien aceptase. Existe infinidad de infantería que traga literatura fantástica arquetipada con deleite, sin saber siquiera qué calidad tiene la prosa que está leyendo.
   Quede constancia de mi gusto por el mundo vasto y rico que Tolkien creó (Legendario inabarcable que se alza para intentar dar alcance incluso a la mitología escandinava), a pesar de no poder aceptar que su escritura se encuentre entre la élite de la prosa.

RGV.

miércoles, 21 de agosto de 2013

Reseña: “Los jardines de la luna (Malaz: el libro de los caídos, I)”




 Una saga desconocida de literatura fantástica, sí, pero no se asusten. Esta no es la saga de literatura fantástica típica que nace en el trigésimo séptimo escalón de la esencia degenerada y ya difusa de lo que un día aciago escribiese Tolkien. Aquí no hay elfos picudos con arcos, con Escandinavia en el corazón, ni enanos rocosos. Ni dragones prototípicos que lanzan fuego aleatoriamente. Lo que hay aquí es muy diferente y, sobre todo, mucho más rico y fresco...

viernes, 2 de agosto de 2013

Reseña: “Saga: Memorias de Idhún”

Ejemplares de la trilogía


   Leí Memorias de Idhún hace ya más de seis años. Aquellos eran días en los que me ponía un embudo en la boca y era capaz de tragarme toda la fantasía épica que se me echase encima (demasiados años perdidos así). Por ello, cuando vi tres tomos gruesos y reveladores insinuándose en una balda alabeada de la estantería de lecturas posibles (para el último curso de E. S. O.), no dudé en aceptar la propuesta.
   ¡Cómo iba yo a saber el calvario que supondría!


sábado, 29 de junio de 2013

Reseña: “El señor de los anillos”

Ejemplares de la trilogía

  La memoria, la honra y los acólitos de Tolkien me perdonen. Y es que esta reseña lleva en el limbo ya muchas semanas, porque publicarla significa traicionar al yo de hace diez años. Pero ya no puedo seguir reteniéndola.

sábado, 20 de abril de 2013

Malaz: el libro de los caídos (V)

  Me he obligado a releer el primer “sublibro” de Los jardines de la Luna (que está dividido en prólogo, siete libros y epílogo) inmediatamente tras llegar a la página 140, donde termina. Ahora que creo tener cierto conocimiento sobre las raíces de ese mundo y sus visicitudes, cada página me muestra un sentido escondido que en la primera lectura no pude entender.
  Incluso sabiendo ya qué voy a leer, me sigue asombrando la potencia con la que las escenas se superponen y mueren, y cómo uno, en la primera lectura, avanza entre los párrafos sabiendo que se está dejando en el camino miles de hebras de la verdadera trama y, sin embargo, sigue encantado de lo que lee.

  Una de las mejores armas de Erikson, creo entender, es el bombardero. Y tiene una andanada infinita de ellos que su ambición dispara hacia estas primeras “ciento y pico” páginas de Malaz. Salen personajes de la nada, de un camino que (maldito sea) hace un instante estaba vacío. El mejor ejemplo de esta metáfora que me he permitido, precisamente borra la metáfora, pues ocurre eso tal cual. Y es lo que esta imagen muestra:




  El tal Topper ha entrado en escena sólo algunos párrafos antes. Paran se dejaba llevar exhausto en su caballo a través de un camino vacío cuando de repente se encuentra ante él una figura que “tenía la cara alargada, la piel entre blanca y gris, los ojos oscuros y extrañamente angulosos.”. Su personalidad secunda que este personaje no va a situarse entre los más normales, y lo que ocurre después con él, menos aún...

RGV.