domingo, 8 de septiembre de 2013

El ejército “tolkiano” arremete de nuevo

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   Desde que C. S. Lewis propusiera la candidatura de Tolkien para premio Nobel de literatura a principios de la década de los 60', la detonación del género que ambos acogían (principalmente el segundo, que, sin quererlo ni saberlo, cimentó las bases de la literatura fantástica tal como se conoce hoy el término) fue tal que de Pascuas a Ramos se pronuncia el grupo de acólitos de turno defendiendo dicho premio.
   Y es que Tolkien salió malparado de aquella odisea: lejos de considerar al escritor del legendarium ubicado en la Tierra Media y representado hoy día por la universal novela El señor de los anillos, aquel estamento sueco encargado de fallar el Nobel de literatura de 1961 decidió apartar como se aparta a una mosca a tres de los candidatos, entre ellos el propio Tolkien, obviamente.
   “Comportamiento maníaco por lo erótico”, “avanzada edad”,... los motivos que sacaron a la cuneta a los otros escritores fueron variopintos y diferentemente apropiados, pero el que aquel jurado usó para negar el premio a Tolkien sonó rotundo: “prosa de segunda categoría”.
   Aquello dolió.

   Desde entonces y aún hoy, y más aún con la facilidad que da Internet a las actitudes sectarias en foros, los edecanes que promulgan la condición de deidad de Tolkien, cuya escritura debe venerarse por encima de cualquier otra obra (así de letras habrán leído...), reinciden sobre la injusticia que se dio en aquel fallo. Por lo que pulula últimamente en Internet acerca de esta armada, parece que uno de los pocos argumentos que son capaces de enarbolar es el éxito del género y del paradigma que Tolkien comenzó. ¿Qué motivo es ese para ganar un Nobel, si es el supuesto premio que acoge las letras puras de mayor literariedad?

   Supongo que la culpa de todo esto está en el propio género podrido que ha quedado y que dudo mucho que Tolkien aceptase. Existe infinidad de infantería que traga literatura fantástica arquetipada con deleite, sin saber siquiera qué calidad tiene la prosa que está leyendo.
   Quede constancia de mi gusto por el mundo vasto y rico que Tolkien creó (Legendario inabarcable que se alza para intentar dar alcance incluso a la mitología escandinava), a pesar de no poder aceptar que su escritura se encuentre entre la élite de la prosa.

RGV.

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