sábado, 14 de septiembre de 2013

Reseña: “El retrato de Dorian Gray”



  Cayendo en el tópico inevitable al hablar de las obras de Wilde, El retrato de Dorian Gray es, como diría el propio autor acerca de su única novela, una obra “deliciosa”. Tan deliciosa, en efecto, que atesora todos los atributos inherentes (y espontáneos) en la literatura de verdadera calidad.


   La trama, por ejemplo, queda relegada a un segundo plano solamente promocionable por su alegoría. La temática que trata ha sido desgastada, aunque los elegantes movimientos de Wilde al usarla hace imposible comparar El retrato de Dorian Gray con cualquier otra pieza de este conjunto: el pacto que el humano hace en su exceso de ambición con el Diablo, con la Muerte, o con cualquier otro ente que rija en su longevidad.
   En el caso de El retrato de Dorian Gray, no se pone de manifiesto en ningún momento que el pacto de Dorian Gray contenga en el otro extremo al Diablo. Es el conflicto interior del protagonista lo que desarrolla la propia trama, hasta dar con la factura que hace posible aquello que ambicionaba: Dorian Gray ve su vejez completamente trasegada a su retrato, que es quien se marchita y le deja intactos la belleza y el deleite por la vida de los que goza la juventud.

   Pero el hilo argumental no es lo que importa de esta obra. Lo es su literariedad, el elitismo prosaico del que la obra de Wilde participó, como la de tantos otros, y que terminó por difuminarse hasta estar hoy casi desaparecido.
 
   Por todo ello, especialmente por esta desaparición, El retrato de Dorian Gray es una de las obras indispensables de la literatura universal.



 RGV.

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