domingo, 1 de septiembre de 2013

“19 días y 500 noches”, por Joaquín Sabina

Carátula del álbum
Álbum: 19 días y 500 noches

Lo nuestro duró
lo que duran dos peces de hielo
en un “whisky on the rocks”.

En vez de fingir
o estrellarme una copa de celos,
le dio por reír.

De pronto me vi
como un perro de nadie
ladrando a las puertas del cielo.

Me dejó un neceser con agravios,
la miel en los labios
y escarcha en el pelo.

Tenían razón mis amantes
en eso de que antes
el malo era yo;

con una excepción: esta vez
yo quería quererla querer,
y ella no.

Así que se fue. 
Me dejó el corazón en los huesos
y yo, de rodillas.

Desde el taxi y haciendo un exceso
me tiró dos besos,
uno por mejilla.

Y regresé
a la maldición
del cajón sin su ropa,
a la perdición
de los bares de copas,
a las cenicientas
de saldo y esquina.
Y, por esas ventas
del fino “La Ina”,
pagando las cuentas
de gente sin alma
que pierde la calma
con la cocaína.
Volviéndome loco,
derrochando la bolsa y la vida
la fui, poco a poco,
dando por perdida.

Y es que yo,
para no agobiar
con flores a María;
para no asediarla
con mi antología
de sábanas frías
y alcobas vacías;
para no comprarla
con bisutería,
ni ser el fantoche
que va, en romería,
con la cofradía
del Santo Reproche,
tanto la quería,
que tardé en aprender 
a olvidarla
diecinueve días
y quinientas noches.

Dijo “hola y adiós”,
y el portazo sonó
como un signo de interrogación.

Sospecho que así
se vengaba, a través del olvido,
Cupido de mí.

No pido perdón;
¿para qué? Si me va a perdonar
porque ya no le importa...

Siempre tuvo la frente muy alta,
la lengua muy larga
y la falda muy corta.

Me abandonó
como se abandonan
los zapatos viejos.
Destrozó el cristal
de mis gafas de lejos.
Sacó del espejo
su vivo retrato
y fui tan torero
por los callejones
del juego y el vino
que, ayer, el portero
me echó del casino
de Torrelodones.
¡Qué pena tan grande!
Negaría el Santo Sacramento
en el mismo momento
que ella me lo mande.



   Parece fácil y agarrado al tópico acudir a “19 días y 500 noches” para referenciar a Sabina, siendo uno de sus tantos cúlmenes, pero ¿qué mejor canción para de verdad ofrecer la esencia de su música?
  El propio Joaquín reconoce una ocasión tras otra que considera este álbum su cénit. En una entrevista grandiosa que le hace Juan José Millás para su programa, recuerda Sabina con terror (y anhelo) que incubarlo estuvo muy cerca de costarle la vida, pues precisamente a base de cocaína y otros demonios pudo aguantar noche tras noche en el estudio durante un mes vertiginoso. “Parece que mereció la pena”, acierta Millás a decir cuando Joaquín Sabina le confiesa que, aun concienzudamente y con criterio, echa de menos aquella vida suya junto a las drogas. No le falta razón.

RGV.

2 comentarios :

  1. Lo nuestro duró
    lo que duran dos peces de hielo
    en un “whisky on the rocks”.
    Me abandonó
    como se abandonan
    los zapatos viejos.

    Solo por metáforas como estas, y la canción tiene un buen puñado, podemos asegurar, sin temor a equivocarnos, que esta canción es una obra maestra, que como el Mediterraneo de Serrat, otra joya, de tanto oírlas llegamos a desertar de ellas. Un gusto pasar por su morada, que acabo de descubrir. A partir de este momento, llamare a la puerta en busca de sustento.

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    1. ¡Y sustento habrá de sobra!

      Por ello me disculpo de haber publicado esta canción, que es la que todo el mundo conoce o ha oído al menos alguna vez. Es curioso como Joaquín Sabina se hace un lugar entre el gusto de muchísimas personas que terminan siendo acólitas de su música... sin entender de su letra ni la mitad de la Misa.

      Gracias por acudir al blog, Mauro.

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