martes, 7 de enero de 2014

Reseña: “Leviatán”



  En el tercer programa de Frente al baluarte radio intentamos hablar de Paul Auster sin que la situación ayudase, así que me he visto en la obligación de enmendarlo reseñando alguna de sus novelas. En concreto, la que más reciente tenía.

   Hay varios motivos por los que Leviatán en concreto y la obra de Paul Auster en general no me encandila, ni me permite hablar o quedarme solamente con lo positivo. Esta vez, sin embargo, intentaré hacerlo.
  Uno de esos motivos, antes de entrar en la parte lisonjera de la reseña, es la errática imagen mental que un título genera en un lector inminente. “Es difícil poner un título”, decía la parodia. En este caso acierta según lo que a mí me genera descubrir de forma temprana que aquello de “leviatán” no va a ajustarse a la trama más que en algún detalle secundario (en este caso, el nombre de una novela ficticia).
  Pero en verdad, más objetivamente, el gran problema de esta novela está en su banalidad ocasional y, sobre todo, para los que somos más detallistas y puristas, una pérdida de la cohesión narrativa terrible.

  Leviatán juega con ser el libro que realmente sería en la historia de la novela (como podría suceder con el Necronomicron de Lovecraft): un hombre vuela en pedazos por portar una bomba que explosiona y la policía visita al protagonista de la novela y ostentoso narrador, que tiene mucho que contar pese a no dar esa sensación a los agentes. Así que, aunque en la trama Leviatán no es precisamente el escrito que redacta el protagonista para ceder toda su información al caso, sí que es el escrito en sí, redactado como ya he dicho por el protagonista. Esto implica un narrador en primera persona (punto de partida ya escabroso) con todo lo que eso conlleva; el narrador en primera persona NO es omnisciente si se trata de un personaje más de la trama, pero Paul Auster decide prescindir de este axioma imprescindible a fin de darle una última parte a la novela donde se suceden hechos vistos desde los ojos, las sensaciones y la mente del señor que después explotaría en visceral accidente y no del protagonista. El terrible fallo que antes comentaba.
  Sin ser capaz de anteponer cualquier otro atributo de la novela a este, tendré que decir que la prosa de Auster, aterradoramente fluida, directa y casi nunca divagante sin necesidad (a recalcar el “casi”) guía también esta novela.
  A fin de cuentas, Paul Auster sufre la desgracia inmensa de ser un escritor del s.XXI. Aunque no pertenezca a tal lo prolífico de su obra ni sea su época, sí es el sabor de boca que dejan su estilo y su esencia. Leviatán deja precisamente este sabor a insatisfacción

 



RGV.

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