domingo, 14 de abril de 2013

Reseña: “El Demonio y la señorita Prym”

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  Me regalaron un ejemplar de El Demonio y la señorita Prym (en concreto, uno como el de la imagen derecha, con su anexo didáctico) aprovechando mi inquietud sobre la escritura de Paulo Coelho. Ya había tenido la oportunidad de saciarla en los últimos cursos de secundaria, pero preferí obras de estilos diferentes (por suerte o por desgracia) y Coelho se quedó en el tintero un año tras otro. 
  Aunque nunca aproveché a la gente que sí escogía leerlo, sabía que su persona se había dedicado desde “tiempo ha” al espiritualismo, en el sentido no ascético de la palabra. Tras leer este libro, pude comprobarlo.


  La novela transcurre encerrada en un pequeño pueblo llamado Viscos, del cual sus escasos habitantes pueden resumirse en los pocos que no tuvieron antes ni después las agallas para apostar por un movimiento emprendedor con destino a la ciudad cercana (Viscos fue un pueblo abarrotado antes de que la mayoría eligiese esta opción). Esta condición hace de Viscos una aldea decrépita y utópica (o distópica, ¿quién sabe?) que boquea en sus últimos coletazos antes de desaparecer.

  Como se puede suponer, personajes hay pocos: la protagonista, la señorita Prym, es una de las pocas personas jóvenes de Viscos. Y ella lo siente como un profundo pesar en su pecho, sin saber el porqué de su falta de valía. El antagonista, si es que podemos así denominarlo, es un extranjero que, inesperadamente, se instala por unos días en la posada de la aldea. Pronto se descubrirá que se trata del Demonio, y que ha elegido Viscos como lugar donde plantar su semilla traviesa. Además de estos dos personajes, destaca la anciana Berta, que aún conversa en su umbral cada tarde con su marido, sin importarle que este muriese años atrás. Harán aparición espontánea algunos más personajes a lo largo de la historia, como la posadera, el sacerdote o el alcalde, que en realidad tienen poco peso como personajes y mucho como símbolos.

  A través de una prosa que delega toda su bondad al espiritualismo que moldea, pero que promete al lector algo muy bueno por delante, la historia termina desembocando en una lucha más entre el bien y el mal, restringida a la aldea, donde cada habitante escogerá hacia qué lado escorarse. Hay algunos buenos  significados inherentes en estas posturas, como la pusilanimidad de los habitantes, la avaricia del alcalde (y la necesidad de mostrar su poder), la indiferencia de la Iglesia, que huye despavorida del asunto y se agarra del brazo del poder, o el conflicto interno de la propia Chantal Prym, pobre señorita, que escucha fantamas a la noche cuando piensa qué camino escoger. Significados aprovechables para la docencia de jóvenes adolescentes (incluso preadolescentes).
  Quizá la mejor parte de la obra abarque desde su principio hasta que uno se da cuenta de que la promesa de eclosión no va a llegar.
  
  Concluí, al terminar la novela (quizá aún prematuramente), que Paulo Coelho es mucho espiritualismo y muy poca escritura, a niveles que no sospeché cuando la cogí por primera vez y me prometí que sería una buena pluma.



RGV.

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